Terrorismo con traje y corbata: Grotesca rehabilitación de Al-Golani por Occidente



La política internacional ha dejado de ser un teatro para convertirse en un circo sin carpa y sin vergüenza.

Por Alberto García Watson

Lo que antes se disfrazaba de diplomacia estratégica, hoy se exhibe abiertamente como pantomima geopolítica sin pudor ni principios. La reciente decisión de Donald Trump con la entusiasta bendición de diplomáticos de Reino Unido y España de eliminar a Hay’at Tahrir al-Sham (HTS) de la lista de organizaciones terroristas no es solo una afrenta a la memoria: es una consagración oficial de la hipocresía como doctrina diplomática.

HTS, la versión con marketing de lo que fue el Frente Al-Nusra, sucursal siria de Al-Qaeda, tiene un prontuario digno de Nüremberg: una década de decapitaciones, atentados suicidas, esclavismo, represión sectaria, limpieza étnica y destrucción social bajo la batuta de su carismático verdugo: Abu Mohammad al-Golani. Pero, claro, bastó con que se pusiera un traje de Armani y se hiciera un par de fotos con la barba recortada y peinada para que de repente el terrorista número uno de Siria se convirtiera en "actor de estabilidad regional". Hollywood debería estar tomando nota.

El marketing del terrorismo: de la yihad al “multilateralismo”
Lo más insultante no es solo su blanqueamiento mediático, sino el motivo real que lo ha hecho “digerible” para Occidente: al-Golani es ahora garante de una futura Siria que, sorpresa, se adheriría gustosamente a los Acuerdos de Abraham. Sí, los mismos acuerdos que normalizan relaciones con Tel Aviv, mientras las bombas siguen cayendo sobre Gaza y los asentamientos ilegales devoran Palestina. Así que no solo se le perdona el pasado: se le recompensa por traicionar la que alguna vez fue la causa panárabe más sagrada.

Este giro no es pragmatismo: es prostitución geopolítica. Golani no ha cambiado de principios; simplemente ha aprendido a ponerlos en alquiler. Y nada renta más hoy que ofrecer una Siria fragmentada pero obediente, sumisa a los intereses de Israel y alineada con los caprichos de Washington. La noble causa palestina, que durante décadas fue estandarte de la resistencia en el mundo árabe, hoy es convenientemente empujada bajo el autobús por el mismo hombre que predicaba su defensa con sangre y fuego.

Occidente: memoria selectiva y moral de saldo
Mientras tanto, las capitales europeas hacen malabares para justificar esta resurrección diplomática. El ministro británico habla de “pragmatismo”. El canciller español pide “revisar ciertas designaciones”. Es decir: si un terrorista es útil, se le llama socio. Si sirve a la narrativa, se le llama reformado. Y si besa el anillo del poder, se le ofrece inmunidad con canapé y copa en mano.

Las víctimas, miles de sirios, periodistas decapitados, civiles masacrados han quedado archivadas como notas al pie de la gran novela de la realpolitik. Ni una mención. Ni una disculpa. Ni un atisbo de memoria. Occidente, que un día se pintó la cara de guerra contra el terrorismo, hoy se la pinta de indiferencia.

¿Qué sigue? ¿Golani en la ONU hablando de Derechos Humanos?
No sería raro verlo próximamente como panelista en un foro sobre “transiciones pacíficas” o “seguridad en Medio Oriente”. Tal vez se lo invite a Davos, o incluso a Jerusalén, para hablar de cómo “la cooperación regional es el camino al futuro”. El mismo hombre que asesinó en nombre del extremismo, ahora dará lecciones de coexistencia interreligiosa. No es sátira. Es política exterior.

Conclusión: La traición como moneda diplomática
La blanqueada de Al-Golani no es un error, es un mensaje claro: el terrorismo se perdona, se recicla y se premia, siempre que el traidor de turno firme donde se le indica. No importa si apuñala a su propio pueblo, si traiciona la causa palestina o si su historial es digno del Tribunal de La Haya: si se rinde al nuevo orden, se convierte en socio preferente.

Y así, el terrorismo se institucionaliza, la traición se celebra y la dignidad se exporta a precio de saldo. La lucha contra el extremismo ya no es una causa: es un eslogan. Y el perdón, como la soberanía, se compra en efectivo o en petróleo.



Biografia: Alberto García Watson es un comunicador y analista internacional reconocido por su compromiso con la causa palestina. En 2011, participó en la Segunda Flotilla de la Libertad a Gaza y posteriormente sirvió como escudo humano en la Franja de Gaza, colaborando con el Movimiento de Solidaridad Internacional (MSI) para proteger a agricultores y pescadores afectados por los ataques israelíes en el territorio asediado.

Desde 2013, García Watson ha sido analista habitual de PressTV y su homólogo en español, HispanTV. De 2014 a 2015, trabajó como corresponsal de HispanTV en el Líbano.

Durante la última década, García Watson ha sido ponente en numerosas conferencias sobre los problemas de Palestina, Líbano y Siria. También es un reconocido experto en el conflicto de Ucrania y colabora frecuentemente como comentarista en medios rusos.

Alberto García Watson es también columnista de medios digitales tanto españoles como internacionales, expresando constantemente una postura inequívocamente antiimperialista y antisionista.



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